Iglesia y los precios inflados. Excusas, abusos y productos de baja calidad
- Diario Libre

- 5 feb
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El combustible como pretexto y la falta de regulación generan indignación en los consumidores

La suba de precios en Iglesia se ha convertido en un problema crónico que golpea tanto a vecinos como a visitantes. Sin ofender a nadie y por pedido expreso de los vecinos de Iglesia, en denuncia publica a través de los medios de comunicación, hacen este reclamo a traves de Diario Libre, medio que esta siempre del lado de la gente.

La justificación siempre por parte de los comerciantes y proveedores es el aumento del combustible, pero la realidad muestra una clara diferencia entre el relato y los hechos, mientras la inflación mensual a nivel nacional se mantiene en torno al 2%, en Iglesia los precios de productos básicos se disparan sin justificación alguna, superando el 10% en solo una semana. Lo más grave es que no se trata de productos de calidad premium, sino de segundas y terceras marcas, muchas veces con fechas de vencimiento dudosas o directamente vencidos. La falta de control y regulación deja en manos de los comerciantes la posibilidad de fijar los precios a su antojo, generando una sensación de abuso generalizado en la comunidad.

La hipocresía del argumento del combustible queda en evidencia al revisar los datos recientes. En enero de 2025, el aumento del combustible fue de apenas un 1,7%, mientras que en septiembre de 2024, había registrado una baja del 2,3%. Sin embargo, en ese momento ningún comerciante decidió reducir los precios de sus productos. ¿Por qué cuando el combustible sube, los precios aumentan de inmediato, pero cuando baja, nadie se acuerda de trasladar ese beneficio a los consumidores? ¿Es esta una simple cuestión de "viveza criolla" o se trata de una estrategia premeditada para mantener precios artificialmente elevados y maximizar las ganancias a costa del bolsillo de la gente?

Uno de los ejemplos más indignantes es el precio de la carne, un producto esencial en la dieta de cualquier familia. Mientras en la ciudad de San Juan el kilo de carne molida ronda los $4.700, en Iglesia llega hasta los $8.500, casi el doble. Pero la situación es aún peor con los cortes más caros, el kilo de carne blanda, que paradójicamente en Iglesia es dura e incomible, se vende entre $9.800 y $13.000, cifras que no solo están fuera del alcance de la mayoría de los vecinos, sino que superan ampliamente los valores de cualquier otra región del país.
Este sobreprecio resulta incomprensible si se tiene en cuenta que el valor de la carne no ha registrado aumentos significativos en los últimos meses a nivel nacional. Entonces, ¿por qué en Iglesia la carne es más cara que en la capital de la provincia? ¿Es culpa de los proveedores, que fijan precios arbitrarios, o de los comerciantes, que aprovechan la falta de competencia y control para incrementar sus márgenes de ganancia? En cualquier caso, la conclusión es la misma: los consumidores son los que terminan pagando los platos rotos de un mercado desregulado donde el abuso es la norma.

El problema no se limita a la carne. En los comercios iglesianos es difícil encontrar primeras marcas, y cuando las hay, sus precios son desproporcionados. La excusa de los comerciantes es que “no se venden”, pero esta afirmación no resiste el menor análisis. La realidad es que muchos vecinos prefieren viajar a la ciudad capital para abastecerse de productos de mejor calidad y a precios más bajos, incluso considerando los costos del viaje siguen ahorrando plata. Esto no solo confirma que en Iglesia los precios son artificialmente elevados, sino que también pone en evidencia una falta de compromiso por parte de los comerciantes para mejorar la oferta y atraer clientes.
El caso de los productos panificados es otro ejemplo de esta lógica abusiva. Repartidores de masas finas y semitas justifican sus altos precios con el mismo argumento del combustible, sl igual que los diatribuidores de huevos, pero cuando el precio de la nafta baja, los valores siguen exactamente igual. Más que una cuestión de costos, esto parece una estrategia deliberada de especulación y manipulación del mercado. En otras palabras, una forma de chantaje hacia los consumidores, quienes se ven obligados a pagar precios desproporcionados por productos que, en muchos casos, ni siquiera cumplen con estándares mínimos de calidad.

Uno de los grandes lamentos de los comerciantes iglesianos es que los turistas no compran. Sin embargo, ¿alguien se ha detenido a preguntarse por qué? La respuesta es evidente, los visitantes no son ignorantes y saben perfectamente que en Iglesia los precios están inflados y la calidad de los productos deja mucho que desear. ¿Por qué alguien pagaría un sobreprecio por productos de segunda y tercera marca, cuando en otras localidades pueden conseguir mejores opciones a un menor costo?
Este problema no solo afecta a los turistas, sino también a los propios vecinos. La ausencia de marcas reconocidas y la falta de variedad obligan a muchos a viajar regularmente a la capital provincial para abastecerse. Esto no es solo un problema económico, sino también una muestra de la falta de visión comercial de quienes manejan el comercio en el departamento. Un pueblo que aspira a crecer y desarrollarse no puede basar su economía en productos de descarte vendidos a precios abusivos.

El problema de los precios excesivos en Iglesia tiene múltiples responsables. Por un lado, los proveedores que fijan costos sin justificación clara. Por otro, los comerciantes que especulan y venden productos de menor calidad como si fueran premium. Y finalmente, los consumidores que, muchas veces por falta de opciones, terminan aceptando estos abusos sin exigir cambios.
¿Puede la Municipalidad de Iglesia hacer algo al respecto? En términos de control de precios, la respuesta es no, ya que estos se rigen por la libre competencia. Sin embargo, sí podría intervenir en otros aspectos fundamentales, como exigir que los precios estén claramente exhibidos en las góndolas, algo que en la mayoría de los comercios no sucede. La falta de etiquetas de precios es una práctica que solo beneficia al comerciante, permitiéndole cobrar a discreción según el cliente o la circunstancia.

Otra medida que podría implementarse es un control de calidad más estricto. Si bien los precios son libres, la calidad de los productos que se comercializan debería cumplir con ciertos estándares básicos. No es aceptable que en pleno 2025 en Iglesia se sigan vendiendo productos vencidos o de calidad inferior sin ningún tipo de control o sanción.
Mientras tanto, la pregunta sigue en el aire: ¿hasta cuándo los iglesianos deberán pagar precios de oro por productos de descarte? ¿Será necesario que los vecinos se organicen para exigir transparencia y competencia real en el mercado local? O peor aún, ¿seguirá Iglesia siendo un territorio donde el abuso comercial es la norma y la especulación el único modelo de negocio?
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Lamentablemente hay muchos q no contamos con movilidad para trasladarnos hasta Capital y tenemos q pagarles "las ganas" a los comerciantes oh movernos de un lado a otro buscando el mejor precio y calidad. Vas a las góndolas y muchos no tienen exhibido los precios osea terminas pagando lo q se les canta! Y no hay nadie q controle eso. Es un abuso!!!