La batalla por los contratos, donde la competencia Chilena amenaza a proveedores iglesianos y jachalleros en la mineria
- Diario Libre
- hace 19 horas
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Cinco empresas chilenas ya operan en el megaproyecto Vicuña y aprovechan costos imbatibles. En San Juan, los proveedores del interior temen quedar relegados mientras las cámaras no logran unirse y el Gobierno sigue sin medidas concretas.

El proyecto Vicuña, que integrará Josemaría y Filo del Sol bajo la conducción de Lundin Mining y BHP, aún está en etapa de construcción, pero la puja por los contratos ya comenzó y los proveedores locales especialmente los de Iglesia y Jáchal ven cómo se instalan competidores chilenos con ventajas que parecen imposibles de igualar.
Hasta ahora, cinco empresas chilenas ya operan en el proyecto, ellas son: Transportes CVU, Transportes Ctuz, AGV Chile, Adinov Perforaciones y Copera Chile. Llegaron con contratos firmes, vehículos ploteados y logística pesada. Todo al amparo del Tratado Binacional Minero, que permite la circulación de bienes y servicios entre ambos países.
La diferencia está en los costos, ya que alquilar una camioneta en La Serena cuesta 1.500 dólares y en San Juan, más de 3.200. Una Toyota Hilux en Chile vale la mitad que en Argentina. Las camperas para el frío cordillerano son un 30% más baratas del otro lado de la cordillera. Con ese escenario, las empresas chilenas pueden ofrecer precios que los proveedores locales, ahogados por la carga impositiva argentina no pueden ni soñar.
¿Es culpa de Vicuña? No. La minera busca optimizar costos, algo lógico para un proyecto que requiere miles de millones de dólares antes de generar un solo lingote de cobre. Pero mientras Vicuña ajusta su estructura para ser competitiva, el empresariado local queda librado a su suerte, sin herramientas legales, sin políticas concretas y con cámaras mineras divididas que no logran fijar reglas mínimas.
Los más expuestos son Iglesia y Jáchal. Los proveedores iglesianos y jachalleros son quienes más sufren esta competencia desleal de facto. Son pymes con años de experiencia, que han sostenido la economía local en épocas críticas, pero que no tienen el músculo financiero de las grandes firmas de la capital ni, mucho menos, de empresas extranjeras.
La amenaza es real, si los contratos más importantes se asignan a compañías chilenas, el impacto en la economía de estos departamentos será devastador. No se trata solo de negocios, sino de empleo, desarrollo y arraigo. Cada contrato que se fuga a Chile es una oportunidad menos para la mano de obra sanjuanina.
Cámaras divididas, significa Las empresas vulnerables, con cámaras mineras locales, lejos de unirse para negociar condiciones equitativas, continúan actuando en forma aislada. Mientras tanto, proyectos como Vicuña avanzan, y con ellos la presencia chilena. ¿Por qué no replicar acuerdos como los que existen con Veladero, donde Barrick obliga a sus contratistas a priorizar proveedores locales? Esa pregunta sigue sin respuesta.
La frase que duele y que mas choca es, “Los argentinos no son buenos en minería, van a necesitar que los chilenos crucemos la cordillera y les expliquemos cómo se hace”, frase, pronunciada por Joaquín Villarino, presidente del Consejo Minero de Chile, ya no suena a provocación, Suena a advertencia cumplida.
En conclusión, Vicuña no es el enemigo, compite en un mercado sin reglas claras. El verdadero problema está en casa. Si San Juan no define una estrategia urgente para proteger a sus proveedores, sobre todo los del interior, la riqueza que yace en nuestra cordillera servirá para engrosar los balances de empresas chilenas y cuando la obra termine, ellos volverán a su país. Nosotros, en cambio, nos quedaremos con la tierra removida… y las manos vacías.