La Asociación Civil Doña Felipa Rojas. 12 años de una promesa que se convirtió en refugio, abrazo y esperanza para los que más necesitan
- Diario Libre

- hace 4 días
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Una organización iglesiana que nació desde el dolor, la fe y el amor más puro, y que hoy sostiene a familias enteras con su trabajo silencioso.

La Asociación Civil Doña Felipa Rojas no empezó siendo una institución. No nació en una oficina, ni en una reunión formal, ni en un trámite. Nació en una cocina humilde, en un pasillo de tierra, en una casa donde golpeaban la puerta niños con hambre y madres con miedo. Nació hace aproximadamente doce años, cuando un grupo de vecinos se unió simplemente para ayudar. Nada más ni nada menos.
Con el tiempo, ese pequeño gesto solidario se transformó en una red de contención que hoy lleva el nombre de una mujer querida, respetada y recordada en todo Iglesia, Doña Felipa Rojas, la curandera de La Alfalfa, cuyo legado espiritual y humano continúa vivo en cada acción que realiza la asociación.
Hoy, como asociación civil constituida, el grupo se dedica a brindar asistencia en los casos más urgentes del Departamento Iglesia:
Medicamentos
Atenciones médicas
Intervenciones quirúrgicas
Alimentos, leche, pañales
Ropa, abrigo, calzado
Colchones, frazadas
Apoyo a familias atravesando emergencias.
Entre los logros más importantes, consiguieron una cirugía para un vecino que no contaba con los recursos para enfrentar ese proceso. También han acompañado tratamientos, estudios médicos y situaciones complejas que no podían esperar.
Durante años sostuvieron un comedor comunitario en Las Flores y Pismanta. Cuando la asistencia disminuyó, lo cerraron, pero no las ganas, ahora, cuando pueden, cocinan en la propia casa de Berta Rojas, más conocida como "Beti" y entregan viandas completas para que cada familia pueda sentarse a la mesa con dignidad. “Una viandita por persona, porque si es una familia de cinco, que todos coman juntos”, explica doña Berta.

La asociación está compuesta por vecinos que entregan su tiempo, sus manos y sus corazones:
Presidenta: Berta Rojas
Vicepresidente: Enrique Saavedra
Secretaria: Nazarena Maciel
Tesorero: Nelson Esquivel
Primer vocal: Analia Cortés, una de las integrantes históricas
Segundo vocal: Sonia Quiroga, otra de las pioneras del grupo
Vocal suplente: Marcela Olmedo
A esa base se suman quienes estuvieron desde el inicio, Joaquín Rojas, Abril Ponce, la señora Beatriz Almada y el doctor Campero. Cada uno, desde su lugar, aportó una pieza esencial para que esta obra solidaria creciera.
La semilla de esta asociación nació en un momento límite.
Berta, su presidenta, tuvo una adolescencia marcada por un cáncer de huesos. Años más tarde, ya adulta, enfrentó una neumonía bilateral y un ACV que la dejó tres meses postrada, sin saber si volvería a caminar o siquiera a vivir.
En ese silencio forzado, entre la incertidumbre y el dolor, hizo una promesa a su tía Felipa, a quien siempre consideró una guía espiritual.
“Yo me entregué a ella y a Dios. Les dije que si mi vida continuaba, que me dieran el camino para saber qué debía hacer. Y ellos me lo mostraron. Acá estoy, trabajando para los que más necesitan.”
La asociación no fue una idea. Fue una respuesta.
Entre todos los casos que acompañan, el más urgente es el de Costanza, una niña de Rodeo, con un severo problema neurológico que no puede caminar, usa pañales, mamadera, y depende completamente de su mamá para alimentarse. Costanza ha sido picada tres veces por arañas en su casa, un lugar que no reúne las condiciones mínimas de seguridad.
Berta golpea puertas y gestiona. Sabe que hay autoridades que la escucharán. “Si no me dan respuesta acá, iré a la capital. Pero no voy a dejar a Costanza así, es una niña divina”, afirma con un nudo en la voz.
El anhelo de la asociación es conseguir un terrenito, una pieza, una casita donde guardar donaciones, cocinar, organizar actividades y convertir ese espacio, algún día, en una fundación.
“Todo está en las manos de Dios y de mi tía, desde el lugar donde esté”, dice Berta.
El grupo no pide mucho. Apenas lo necesario para poder seguir ayudando, alimentos, ropa, apoyo institucional y la compañía de quienes entienden que la solidaridad no es grandiosa por ser grande, sino por ser sincera.
Porque toda esperanza nace en el corazón de alguien que se levanta aun cuando la vida lo derriba. Porque toda comunidad se sostiene en manos que abrazan sin mirar a quién. Y porque cada gesto solidario es una semilla que florece donde menos lo esperamos.
La Asociación Doña Felipa Rojas es eso, una promesa hecha en voz baja, un milagro hecho en silencio, una luz que sigue encendiéndose, cada vez que un niño, una madre o un abuelo vuelve a sentir que no está solo.
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