“La banca que nunca llega", indignación en Iglesia por trabas, demoras y un silencio que ya duele
- Diario Libre

- 20 nov
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En el programa Que Viva la Radio, conducido por Rodolfo Chávez, Roberto Ramos, vecino de Iglesia, relató su frustración tras solicitar la banca del vecino a comienzos de noviembre. Luego de cumplir con una nota formal, la concejal Cabral le exigió una segunda presentación con múltiples datos y, días después, aparecieron nuevos formularios y condiciones, entre ellas una insólita limitación, solo puede solicitarse la banca una vez por periodo. Según Ramos, el Concejo lleva más de dos semanas “averiguando” antes de permitirle exponer, pese a que la información sobre gastos y obras debería estar digitalizada y disponible.

El vecino cuestionó la falta de transparencia sobre el uso de fondos, la ejecución de obras sin prioridades claras y la ausencia de rendiciones públicas. “No sé qué tienen para esconder”, afirmó, señalando que las consultas que quiere plantear, costos de obras, decisiones de inversión, estado de áreas municipales, son derechos básicos de cualquier ciudadano. Para Ramos, las trabas constituyen una falta de respeto hacia la comunidad y reflejan una gestión que evita el diálogo. Su testimonio encendió un reclamo colectivo: Iglesia quiere respuestas y participación real. “Se aprobó un presupuesto. Muy bien. ¿Dónde está la rendición? Acción Social, venga, rindan acá. Deportes, rindame acá. El año termina y los vecinos siguen sin saber en qué se gastó cada peso”, reclamó. Y fue más allá, “Cada concejal debería hacerse cargo de lo que firma, de lo que aprueba. ¿O no?”.
El vecino señaló que las áreas municipales manejan fondos que jamás se informan públicamente, mientras las consultas de la gente quedan sin respuestas. “Vecino, mire, ¿quiere saber cuánto salió refaccionar el Paseo de los Colonos? Entre a la ordenanza, ellos lo aprobaron. Pero la pregunta de fondo es, ¿era prioridad ese gasto? ¿O era prioridad arreglar los espacios del Barrio 25 de Noviembre, o los potreros del Cuesta del Viento?”.
La crítica avanzó sobre la ejecución de obras repetidas o mal hechas, como veredas levantadas y vueltas a levantar, sin planificación ni control. “¿De qué gestión eran esas obras? ¿Quién era concejal cuando se hacían mal las cosas? Nos olvidamos rápido”, arremetió. Pero la reflexión tomó un tono más profundo cuando habló de las nuevas generaciones, “Yo ya estoy grande. Pero ¿qué les dejamos a los chicos, a la juventud? ¿Qué futuro tienen? Escuchamos ‘la minería, la minería’, ¿y dónde está? ¿Dónde está el beneficio real? A las empresas locales las dejan afuera, las engañan con cursitos, con promesas”.
Uno de los señalamientos más duros fue hacia el Hotel Pismanta, hoy privatizado. “¿Querés dar un aterno en el hotel? Tenés que pagar 40.000 pesos por treinta minutos. Y esas aguas son nuestras. El hotel es nuestro. ¿Cuál es el beneficio para Iglesia?”.
Lo mismo cuestionó sobre los paneles solares instalados sobre terrenos iglesianos, el oro que sale de la cordillera y las rutas destruidas que deja el tránsito minero. “¿Quién controla lo que sale y lo que entra? ¿Quién controla lo que se recauda? Nadie. Nadie controla nada”. En ese contexto, apuntó a la falta total de participación ciudadana en la licencia social, “La licencia social no es eterna. Puede revocarse. Pero nadie se toma el trabajo de convocar al pueblo. El intendente es el dueño de casa. Él tiene que llamar a un encuentro en el polideportivo, decir: ‘vecinos, se viene la renovación de la licencia, ¿qué exigimos?’. Pero nada de eso se hace”.
Según afirmó, otros dos años de gestión transcurrirán sin cambios. “Ya llevamos veinte años atrás. Iglesia va en decadencia, con todo el oro del mundo, vamos en decadencia”. El cansancio se hizo evidente cuando habló de la resignación cotidiana, “Nos conformamos con migajas. Nos maravillamos viendo los cerros de la mina, pero lo esencial no lo vemos porque no quieren que lo veamos o no quieren que sepamos”.
Finalmente, denunció que hace seis años esperan la instalación de pantallas públicas con las rendiciones, gastos, ingresos y egresos municipales. “Seis años esperando algo que debería ser básico. Transparencia, eso fue una promesa de campaña y ¿donde esta?”.
Y cerró con una decisión personal que suena, también, a un llamado colectivo:“Yo he decidido involucrarme, reclamar, exigir respuestas, porque si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo va a hacer?”. En su voz, temblorosa pero firme, se escuchó algo más que un reclamo individual: el eco de un pueblo entero que ya no quiere vivir a oscuras, que ya no quiere conformarse, que pide, casi grita, dignidad, transparencia y futuro. En Iglesia, ese clamor sigue esperando ser escuchado.
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