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Las Tapias, el sueño de la casa propia que aún espera ser hogar

  • Foto del escritor: Diario Libre
    Diario Libre
  • hace 15 horas
  • 2 Min. de lectura

Hace un año, en Rodeo, la entrega del barrio Las Tapias fue celebrada como un paso más hacia el acceso digno a la vivienda. Familias enteras que esperaron durante años recibieron las llaves con ilusión y lágrimas en los ojos. Pero hoy, doce meses después, esa ilusión se diluye entre reclamos, humedad, cloacas rebalsadas y un profundo sentimiento de abandono.


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El relato de los vecinos es contundente y repetido, casas con griferías faltantes, picaportes rotos, puertas dañadas, techos con filtraciones, paredes con humedad, y un sistema cloacal que, literalmente, estalla cada semana. A esto se suman calles sin mantenimiento, árboles secos, veredas rotas y una plaza inexistente donde los niños, con suerte, improvisan una canchita de tierra para jugar.


La empresa Nacusi, responsable de la construcción, sigue siendo el blanco de los reclamos. Los vecinos aseguran que nunca hubo una respuesta real, pese a las múltiples notas presentadas al Instituto Provincial de la Vivienda (IPV) y al Municipio de Iglesia. “Siempre tomaron los reclamos, pero nunca los solucionaron”, dicen. Y el testimonio se repite en cada puerta, en cada cuadra.


Mientras tanto, desde los organismos públicos la respuesta es difusa, OSSE asegura que el barrio aún no fue entregado formalmente por la empresa; el municipio dice no poder intervenir hasta que eso suceda; y el IPV guarda silencio. El resultado de esa burocracia encadenada lo sufren las familias, que viven entre cloacas tapadas, árboles secos y cuotas que siguen pagando puntualmente cada mes.


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El contraste duele, otros barrios entregados por el mismo instituto, como Puente Verde, fueron inaugurados con obras completas, amoblados y en condiciones óptimas. En el Barrio Camino Las Tapias, en cambio, los vecinos sienten que quedaron en el olvido. “Pagamos igual que todos, pero nadie nos escucha”, afirman.


El abandono no es solo material, sino también emocional. Porque detrás de cada ladrillo hay una historia, un esfuerzo, una promesa de estabilidad. El derecho a una vivienda digna no se reduce a un techo, implica condiciones básicas de habitabilidad, seguridad y respeto. Y eso hoy, en Las Tapias, no existe.


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El intendente Jorge Espejo y el ingeniero Giuliani, según relatan los vecinos, se comprometieron en agosto a avanzar con la apertura de una calle y la creación de una plaza. La nota ingresó el 3 de septiembre. Desde entonces, el silencio. Ninguna visita, ninguna obra, ninguna respuesta.


En un año, los vecinos no han pedido lujos. No reclaman pavimento, ni parquización, ni grandes inversiones. Solo piden lo esencial, cloacas que funcionen, árboles que no mueran, calles limpias, y que las casas que están pagando tengan la dignidad prometida.



Las Tapias debería ser símbolo de esperanza y no de resignación. Las familias cumplieron su parte, esperan, pagan, mantienen. Ahora es el Estado, en todos sus niveles, el que tiene una deuda moral y social con ellos. Porque cuando el sueño de la casa propia se convierte en una pesadilla, no solo fallan los materiales, falla la gestión, la empatía y la voluntad política.


Y en Iglesia, donde cada obra se siente como una conquista colectiva, no hay peor injusticia que la de quienes fueron olvidados después de cortar la cinta.

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