Los niños que Domaron al Viento. La historia de dos iglesianos que aprendieron a navegar los sueños
- Diario Libre

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En el corazón de Iglesia, donde el viento nunca se detiene y el sol pinta de oro las montañas, dos jóvenes decidieron hace más de veinte años que los sueños no se negocian, se trabajan, se construyen, se defienden. Alejandro “El Tofa” Montaño, de 37 años, y Emiliano Martínez, “El Pelo Duro”, de 36, son hoy referentes del windsurf en el Dique Cuesta del Viento, pero su historia no nació en un aula ni en un club, nació en la curiosidad de dos chicos humildes de Los Coloraditos, que un día vieron el agua por primera vez y sintieron que ahí estaba su destino. Hoy, no hay racha de viento que les impida navegar.

Desde las calles de Los Coloraditos, los dos niños veían pasar a la gente con tablas en los autos rumbo al dique. Ellos, con apenas 10 o 11 años, soñaban con ser como esos deportistas. Un día se animaron a acercarse a los paradores Puerto de Palos y Playa Lamaral, los primeros que se habían instalado, para preguntar cuánto costaban las clases. Pero el sueño chocó con la realidad, el precio era impagable, y sus padres, con miedo a lo desconocido, les dijeron que no. “Era todo tabú. El dique era peligroso, decían. Nuestros viejos no se coparon, tenían miedo. Era algo nuevo, desconocido y ademas ellos no podian pagarnos las clases por que eramos muy humildes”, recuerda Emiliano.
Corría el año 2004 o 2005 , El Tofa y El Pelo Duros ya en el secundario, un proyecto impulsado por Manuel Peñafort, llamado “Windsurf en la Escuela”, cambió sus vidas para siempre. En aquel entonces, el paisaje iglesiano se habia transformado, donde antes había campos y barrancas, aparecía el agua inmensa del dique. “Ver eso fue una locura y estar adentro del agua mas loco aun”, recuerda Alejandro. “De un año al otro, pasamos de ver potreros, tapiales y fincas a ver agua y viento… el lugar perfecto para el windsurf y nosotros estabamos haciendo eso, era una locura, no lo podiamos creer, y desde el medio del dique mirabamos Rodeo y todo el departamento en las tardes y me decia a mi mismo, ¡MIRA DONDE VIVO, QUE BELLEZA!, me enamore más de Iglesia... increible”. relata el Tofa casi al punto de llorar.

Pero el destino, como el viento, no se detiene. Años despues, aprovechando el programa escolar de Peñafort, pudieron probar por primera vez lo que se siente flotar sobre el agua. Esa clase fue suficiente para que nunca más dejaran de soñar. Con el tiempo, ya en el secundario, decidieron hablar con Manuel, querían aprender, aunque no tuvieran dinero. “El Manu nos dijo que sí, que nos enseñaba si le dábamos una mano en el parador, o sea clases a cambio de trabajo. Así que clavábamos palos, movíamos ripios, pintábamos madera. Y después, al agua. Así empezó nuestra vida en el windsurf”, recuerda Alejandro con una sonrisa. El viento soplaba a favor cuando empezaron a trabajar en Puerto de Palos, donde se profesionalizaron. Aprendieron a enseñar, a reparar equipos, a recibir a los visitantes que llegaban de todas partes. “Ahí nos formamos de verdad. Aprendimos la línea de enseñanza que todavía usamos hoy”, cuenta Emiliano.
Años después, decidieron independizarse. Querían que el deporte llegara también a los chicos del pueblo, que el dique no fuera solo para turistas o gente con dinero. “Veíamos que éramos los únicos dos locales. Queríamos que más gente de acá se sume. Que el dique sea también nuestro”, dice Alejandro. En 2012, con herramientas prestadas y mucha fe, fundaron su propio espacio el Parador Todo Viento. El nombre nació casi solo, “El nombre le pusimo asi por que donde ibamos y saludabamos gente deciamos, ¿hola, Todo Viento? y se convirtio en una costumbre del pueblo decir asi, por eso le pusimos al parador ese nombre, en referencia a que aca siempre va a estar todo mas que bien” , cuentan entre risas.

Empezaron de cero. No tenían equipos de escuela, pero un amigo les prestó una tabla. Con lo poco que ganaron cobrando estacionamiento mientras se realizaba una de las primeras KiteFest, compraron su primera vela y su primer chaleco salvavidas. “Con eso arrancamos. Y a los amigos del pueblo los metíamos al agua gratis. Siempre fue así, la gente local no paga. Para nosotros, verlos disfrutar vale más que cualquier peso”, dice Emiliano, con el pecho inflado de orgullo.
Con los años, la pequeña escuelita fue creciendo. Hoy cuentan con ocho tablas, diez aparejos y una estructura que ellos mismos levantaron con sus manos. Todo lo que tienen, lo consiguieron trabajando en otros oficios, ahorrando peso a peso, sin subsidios ni apoyos grandes. “Nunca recibimos ayuda de minería. Siempre nos pusieron excusas. A los que tenían, les daban; a nosotros, nada. Pero mientras nos cerraban las puertas, nosotros seguíamos laburando. Y crecimos igual”, afirma Alejandro con determinación.
Hoy, el Parador Todo Viento es un espacio que respira comunidad. Allí no solo se enseña windsurf, se enseña perseverancia, trabajo y amor por el lugar. “Cuando vienen las escuelas, y ves a los chicos de Villa Iglesia, de Rodeo, de Bellavista, de Zonda… te emociona. Este año vino hasta una escuela de Rawson. Y te cae la ficha, una idea que empezó con dos pibes, hoy moviliza cientos de personas, es una locura hermosa”, dice “El Pelo Duro” con la voz quebrada.

No todo ha sido fácil. Han tenido que luchar contra el olvido, contra la indiferencia, contra el silencio de quienes deberían apoyar. “Varias veces invitamos a las autoridades, antes nos ayudaron, despues desaparecieron, nosotros los invitamos para que vean lo que hacemos, para que conozcan el trabajo social que hay detrás. Pero muchas veces no vienen, y eso duele. Pero también te enseña a no depender de nadie, a seguir igual, con viento en contra si hace falta”, cuenta Alejandro.
Hoy, Todo Viento es más que un parador, es una familia, un espacio donde chicos y grandes aprenden sobre agua, viento y perseverancia. En estos dias, cuando el viento sopla fuerte en el Cuesta del Viento y las velas se alzan sobre el agua, es imposible no pensar en ellos, en los chicos de Los Coloraditos que un día soñaron con navegar y nunca se bajaron de la tabla. En todos aquellos que los siguieron despues y actualmente, siendo mas de 30 iglesianos motivados a enseñar y a seguir aprendiendo. Es imposible no pensar en todos aquellos jovenes iglesianos, que no son cautivos de ninguna politica, sino, que son libres como el viento.
“Si el sueño está en tu corazón, tenés que darle. No importa si te ponen palos en la rueda, si te ignoran, si cuesta. El viento que te empuja no viene de afuera… viene de adentro.”
Así, entre montañas y olas, “El Tofa” y “El Pelo Duro” siguen escribiendo su historia. Una historia que nació en Los Coloraditos, creció a fuerza de trabajo y fe, y hoy inspira a todo un pueblo a creer, que con voluntad, Todo Viento siempre es a favor.
Diario Libre.

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