Luces sobre el abandono
- Diario Libre

- 29 oct
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Mientras anuncian una inversión millonaria en iluminación, la Ruta 150 sigue siendo una herida abierta en el norte sanjuanino. Cada bache cuenta una historia de abandono, corrupción y desprecio de los gobiernos peronistas que durante décadas se llenaron la boca hablando de federalismo, pero jamás pisaron la montaña.

Brillará, sí. La Ruta Nacional 150, esa obra tan prometida, tan usada y tan olvidada, finalmente tendrá luces nuevas.
El Gobierno de San Juan anunció una inversión de más de $522 millones para colocar alumbrado LED en los tramos más transitados entre Jáchal y Las Flores. Una buena noticia, claro. Pero una buena noticia que llega sobre un pavimento destruido, sobre una ruta convertida en símbolo del abandono y la desidia política de más de dos décadas.
Desde 1998, ningún gobierno, ni nacional ni provincial, se hizo cargo del estado calamitoso de esta carretera estratégica, vital para la minería, el turismo y la producción del norte sanjuanino. Veintisiete años de excusas, promesas, anuncios y papeles que se deshacen con el viento cordillerano, mientras los vehículos se rompen, los accidentes se repiten y las comunidades de montaña siguen esperando que alguien mire más allá del discurso.
El tramo Jáchal–Rodeo parece una trinchera, baches, grietas, banquinas comidas y asfalto pulverizado. En el sector Rodeo–Las Flores, el pavimento es una sucesión de “dientes de cerrucho” que obliga a conducir entre saltos, frenadas y riesgos. Camionetas mineras, combis escolares y familias enteras padecen cada día el castigo de una ruta que se desmorona ante los ojos de todos. Y lo peor, en los registros oficiales figura como “pavimentada y transitable”. Una burla. Una mentira escrita desde escritorios de la capital, muy lejos de los pueblos que la sufren.
El abandono de la 150 no es casual ni producto del olvido, es consecuencia directa de décadas de corrupción estructural en la obra pública argentina. Durante los largos años de hegemonía peronista , de Menem a los Kirchner, pasando por De la Rúa, el interregno, y los regresos del “modelo nacional y popular”, Vialidad Nacional se transformó en una cueva de sobreprecios, obras fantasmas, licitaciones amañadas y empresas amigas. Lázaro Báez, Austral Construcciones y una lista interminable de contratistas privilegiados cobraron fortunas por repavimentar rutas que jamás tocaron. Papeles que decían “obra terminada” mientras los pueblos del norte seguían tragando polvo y sorteando cráteres.
La Ruta 150 es uno de esos monumentos al saqueo silencioso. Ninguno de los gobiernos peronistas,ni el de Néstor, ni el de Cristina, ni el de Alberto, incluso no el de Macri, tuvo la dignidad de mirar hacia Iglesia y Jáchal y hacerse cargo del desastre. Pero Gioja, que Gobernó 13 años y Uñac 8 años, ¿que hicieron?, la respuesta es NADA. Simplemente olvidarse del pueblo que le dan de comer a la provincia de San Juan, se olvidaban del pueblo que les lleno los bolsillos, por qué no hay que olvidar los maletines cargados de billetes que salían de Iglesia, pero eso quedará para otro editorial.
Estos tipos, que llevaban la bandera de las políticas públicas, llegaron en campaña, con helicópteros y promesas de progreso, con discursos sobre la integración binacional y la “conectividad con Chile”. Prometieron túneles, asfalto nuevo, polos logísticos, inversiones mineras.
Y cuando se fueron los flashes, no quedó nada, ni pavimento, ni obra, ni rendición de cuentas, no hubo más Gioja ni Uñac en Iglesia. Solo volvían en la próxima campaña electoral, y en Helicóptero, a no olvidar.
Ahora, en pleno 2025, el Estado provincial anuncia una licitación para iluminar 22 kilómetros. Luces LED, cableado subterráneo, columnas metálicas y controles astronómicos.
Todo muy moderno, muy eficiente, muy prolijo en los pliegos técnicos. Pero el asfalto sigue hecho trizas, el pavimento sigue ausente, y el riesgo sigue ahí, intacto, esperando la próxima tragedia.
Es la postal perfecta de lo que fue la obra pública en Argentina, una puesta en escena millonaria, un maquillaje caro sobre la pobreza estructural. Nos dejaron rutas rotas, escuelas sin calefacción, hospitales sin médicos, y funcionarios ricos con cuentas llenas. Ese fue el verdadero legado del “modelo nacional”. Y hoy, los pueblos cordilleranos, como Iglesia, pagan la cuenta.
Mientras en Buenos Aires discuten quién se roba la bandera del federalismo, en Iglesia se pide lo mínimo,
una ruta que no rompa autos, que no cueste vidas, que no sea una ruleta rusa sobre el ripio deshecho. Una ruta digna, no iluminada como estadio, sino pavimentada como corresponde.
Que vengan las luces, claro. Pero la 150 no necesita brillar, necesita asfalto, justicia y memoria. Porque no hay LED que tape el abandono, ni discurso que repare lo que tantos gobiernos peronistas destruyeron con su indiferencia. Orrego, ahora tiene una nueva misión, no solo se trata de iluminar la ruta 150 y crear los derivadores viales, algo que si se necesita, obvio. Pero señor Gobernador, el asfalto es primero, aunque también va de la mano con las obras, pero de que sirve iluminar "para generar más seguridad", si la mayor inseguridad la genera el estado de la ruta. Si hace la obra, que venga completa.
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