Malvar, la empresa iglesiana que se convirtió en símbolo de desarrollo, trabajo y proyección minera

Con más de 13 años de trayectoria, Malvar se posiciona como la empresa más destacada de Iglesia en servicios para la industria minera. Desde Tudcum, una familia transformó esfuerzo en crecimiento, generando empleo, innovación y compromiso con el desarrollo sustentable.

En el pie de los Andes, desde la localidad de Tudcum, nació un sueño que con el tiempo se convirtió en uno de los motores económicos más importantes del departamento Iglesia. Malvar, una empresa de capital iglesiano con más de 13 años de experiencia, ha logrado posicionarse como líder en la prestación de servicios a operaciones mineras en San Juan.

Lo que comenzó como el emprendimiento de una familia encabezada por Horacio Muñoz, hoy es una firma consolidada que brinda soluciones integrales en higiene y seguridad, provisión de mano de obra especializada, transporte, geosintéticos y construcción, trabajando codo a codo con grandes proyectos mineros. Su participación en obras de gran escala, como el mantenimiento del área de Valle de Lixiviación en Veladero, refleja no solo capacidad operativa, sino también la confianza que genera en sus clientes.

Desde sus inicios, Malvar ha sido fiel a una visión clara, crecer sin dejar de pertenecer. Con una fuerte impronta local, la empresa se convirtió en generadora de empleo genuino y especializado, apostando al desarrollo de la comunidad iglesiana y al fortalecimiento de las capacidades técnicas del departamento. Cada paso que da está guiado por una profunda convicción, el trabajo sostenido, el compromiso ambiental y la profesionalización son los pilares del desarrollo sustentable.

“Estamos convencidos de que nuestros servicios tomarán un lugar cada vez más relevante en el futuro de la actividad minera”, aseguran desde Malvar. Esa seguridad se basa en años de trayectoria, conocimiento técnico, recursos logísticos y una estructura empresarial que evoluciona constantemente.

Hoy, Malvar no es solo una empresa, es el símbolo de que en Iglesia se puede soñar, invertir, crecer y liderar. Es el árbol que creció de una semilla sembrada con sacrificio, visión y arraigo. Y es, sin dudas, uno de los ejemplos más inspiradores del potencial iglesiano cuando se une el talento con la oportunidad.