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Por qué actuó así la Policía, el trasfondo barra y otras respuestas del escándalo en Avellaneda

  • Foto del escritor: Diario Libre
    Diario Libre
  • 21 ago
  • 2 Min. de lectura

El día después de los gravísimos incidentes en el estadio de Independiente, crecen los cuestionamientos al operativo de seguridad y surgen detalles sobre la interna de la barra que desencadenó la violencia.

21 de agosto de 2025


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Lo que debía ser una noche de fútbol terminó en uno de los episodios más violentos de los últimos años en el país. El partido entre Independiente y la Universidad de Chile por la Copa Sudamericana se vio opacado por una batalla campal en la tribuna visitante que dejó heridos, detenidos y una ola de críticas al operativo de seguridad.


El primer error, señalan especialistas, fue la falta de planificación en el armado del estadio. En lugar de limitar la venta de entradas y crear pulmones de seguridad, Independiente optó por maximizar la recaudación y cedió 3.500 localidades. La ausencia de divisiones físicas y de un dispositivo de contención eficaz dejó al descubierto la fragilidad del operativo, que estuvo a cargo de la Provincia, con la aprobación de Conmebol.


Otro punto clave es que desde 2011 la Policía no interviene en el interior de los estadios, una política definida durante la gestión de Nilda Garré en el Ministerio de Seguridad. Adentro, solo actúa seguridad privada; afuera, la Policía. Esa decisión explica por qué los efectivos no estaban en la tribuna cuando comenzaron los incidentes.


Cuando estalló la violencia, las autoridades de Aprevide, Conmebol y la Policía Bonaerense debatieron si interrumpir el partido o ingresar al sector visitante. Finalmente resolvieron no intervenir para evitar una escalada mayor. Se optó por evacuar a los hinchas chilenos, aunque la comunicación fue deficiente y muchos no llegaron a escuchar el anuncio por los altoparlantes.


La interna de la barra de Independiente también jugó un papel central. En la tribuna baja se encontraba la facción disidente, con miembros marginados durante años por derecho de admisión. Desde allí presionaron a la barra oficial,

Los Dueños de Avellaneda, liderada por Juan Ignacio Lenczicki y Mario Nadalich.


Con negocios millonarios detrás, incluso vinculados al narcotráfico y con conexiones políticas y policiales, esta facción mantiene control territorial en la Villa 21-24 y ejerce influencia sobre la vida del club.


El ataque final se gestó por un pasillo interno cercano a Puente Alsina. Un grupo de unos 40 barras, autorizados por sus jefes, atravesó los accesos sin encontrar resistencia: apenas cuatro empleados de seguridad privada intentaron detenerlos. Los violentos llegaron hasta la parte alta, donde un puñado de hinchas chilenos quedaba rezagado. Allí se produjeron escenas brutales, con golpes, apuñalamientos con vidrios y hasta caídas al vacío.


El caso más grave es el de Gonzalo Alfaro, un hincha de la Universidad de Chile de 33 años que permanece internado en el hospital Fiorito con fractura de cráneo. La investigación busca determinar si se arrojó o si fue empujado en medio del ataque.


Lejos de un partido de fútbol, la noche en Avellaneda volvió a exponer la connivencia entre barras, dirigentes y sectores de la política, además de la fragilidad de los operativos de seguridad. Un cóctel que terminó en tragedia y que vuelve a poner en discusión cómo enfrentar la violencia en el deporte argentino.

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