Se cumplen 70 años de la partida de Buenaventura Luna, el hombre que con su voz convirtió la tierra cuyana en poesia
- Diario Libre
- hace 15 horas
- 3 Min. de lectura
El 29 de julio de 1955 murió en Buenos Aires Eusebio de Jesús Dojorti, conocido como Buenaventura Luna. A siete décadas de su partida, su obra sigue siendo bandera del folklore, identidad y memoria popular argentina.

La figura de Buenaventura Luna se agiganta con el paso del tiempo. A 70 años de su muerte, ocurrida el 29 de julio de 1955, su voz poética y su compromiso cultural continúan resonando en el corazón de los argentinos. No fue un escritor encerrado en los libros, sino un hombre que supo escuchar el latido de la tierra, interpretar sus silencios y convertirlos en versos que se hicieron canción.
Nacido en Huaco, Jáchal, en 1906, Eusebio de Jesús Dojorti , su verdadero nombre, encontró en la poesía una herramienta para narrar la vida del hombre andino, las costumbres huarpes y el espíritu indomable de los arrieros y baqueanos. “Es el poeta de lo folclórico, nutrido de las tradiciones más originales de su tierra”, escribió en los años ’60 el investigador Julio Ares, destacando la autenticidad que recorre cada uno de sus textos.
Su legado no se limita a la literatura. Buenaventura Luna fue periodista, militante político, animador radial, creador y director de conjuntos nativos. Desde su Tropilla de Huachi Pampa hasta Los Manseros del Tulum, llevó el folklore cuyano a escenarios nacionales, sin pretender la fama, sino para decir sus cosas, como solía repetir. Su voz, grave y serena, conmovió a un país que lo adoptó como propio.
En su obra, los temas centrales fueron el paisaje, la vida rural, la amistad, el amor y también los interrogantes existenciales. En su poema Canto final anticipó con serenidad el encuentro con la muerte.
Aunque el dolor me anegue / No he de estallar en llanto / cuando la sombra llegue / le entregaré este canto.
Su producción abarca coplas, zambas, canciones y versos que son hoy patrimonio cultural. Obras como Canto a Jáchal muestran su manejo magistral de la métrica, oscilando entre el alejandrino solemne y el octosílabo tradicional, con imágenes cargadas de luz, color y sonoridad, “Entre las peñas que azulan las aguas del arroyito” o “tristeza que andando llega con los azules de la oración”.
Carlos Semorile, nieto de Buenaventura, ha dedicado décadas a rescatar su legado en libros y discos, destacando “una rabiosa piedad política por el semejante, por el hombre y la mujer humildes del país argentino”. Esa visión social se reflejó en cada uno de sus actos y escritos, que trascendieron lo poético para convertirse en pensamiento nacional.
Su influencia llegó también a grandes figuras del folklore. Eduardo Falú, por ejemplo, contó con el impulso de Buenaventura en sus inicios. “Lo incorporó a su corazón afectivo generoso”, recuerdan sus biógrafos, consolidando una amistad que dejó huella en la música argentina.
Hoy, cuando se cumplen siete décadas de su muerte, Jáchal y toda la provincia de San Juan lo recuerdan como un símbolo de identidad. Buenaventura Luna no fue solo un poeta, fue la voz de un pueblo que encontró en su palabra un espejo y una bandera. Aún hoy, al leerlo o escucharlo, se encienden emociones profundas. Porque, como dijo él mismo, “nada hay más bello en la vida que el mirar de una mujer”, pero también nada hay más eterno que la palabra de quien supo amar su tierra con la fuerza del canto.
Comments