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"Valle de Tudcum", la empresa que sembro una semilla artesanal y se transformó en un arbol de progreso

  • Foto del escritor: Diario Libre
    Diario Libre
  • 22 jun
  • 3 Min. de lectura

Alfredo Díaz, emprendedor nacido en Tudcum, convirtió una necesidad en un modelo productivo innovador. Gracias a su visión, el apoyo familiar y una alianza estratégica con Aramark, logró profesionalizar su emprendimiento Valle de Tudcum, generar empleo local y convertirse en proveedor destacado del sector minero en Iglesia.


22 de Junio 2025

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Al pie de los Andes Iglesianos, entre cerros y tradiciones, se gesta una historia de esfuerzo, innovación y transformación productiva. Alfredo Díaz, oriundo de Tudcum, es el protagonista de un camino que comenzó en la humildad y hoy es ejemplo de desarrollo local sostenible.


Hijo de una madre ama de casa y un padre operario de Vialidad Provincial, Alfredo cursó sus estudios secundarios en la Escuela Agrotécnica Cornelio Saavedra. Allí, vivió en el albergue de Rodeo, como tantos jóvenes iglesianos que debian trasladarse a Rodeo por la falta de opciones educativas en sus pueblos. Esta experiencia forjó su carácter y alimentó un deseo, progresar.


Al finalizar el secundario se trasladó a la ciudad de San Juan para estudiar Sociologia en la Universidad, donde encontró alojamiento en el albergue estudiantil El Palomar. Era un joven flaco, de cabello largo, inquieto y curioso. Cada fin de semana que debía regresar a Tudcum, amigos, compañeros de la Universidad, profesores y conocidos le pedían miel, dulces caseros, pan. En medio de esa demanda espontánea encontró una oportunidad, empezó a producir dulces artesanales en su casa y colocó un cartel que decía "Dulces Regionales", para su sorpresa, llegaron turistas y comenzaron las ventas.


Esa primera chispa emprendedora creció cuando, con el apoyo de su familia y un crédito gestionado a través del CGI, logró dar un salto de escala. "Hablé con mi papá y le pedí hipotecar la casa. Fue una decisión dura, pero apostamos todo", recuerda. Así nació formalmente Valle de Tudcum. Comenzó a enviar sus productos a la capital, donde la demanda no paró de crecer.


Pero la verdadera transformación llegó con la expansión minera en el departamento. La llegada de empresas internacionales trajo consigo nuevas exigencias y estándares de calidad que ponían en jaque a los pequeños productores locales. Frente a ese desafío, Alfredo no dudó. Se sumó a un equipo de proveedores emergentes para crear CAPRESMI (Cámara de Proveedores y Empresarios Mineros Iglesianos), con una pregunta clave, ¿cómo desarrollarnos y estar a la altura?

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“Las herramientas quizás estaban, pero el conocimiento no”, afirma con honestidad. Por eso, decidió subir varias veces al campamento de Veladero para entender el contexto. Allí descubrió una necesidad concreta, ofrecer verduras preelaboradas y en condiciones de resistir el clima y la altura sin perder calidad. Así comenzó un proceso de experimentación, prueba y error, que dio como resultado un sistema propio de conservación que evita la oxidación. “El secreto es nuestro, sólo le decimos la cuarta bacha”, bromea.

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En este punto, la relación con Aramark fue clave. Desde hace más de 12 años trabaja como proveedor de la empresa, y reconoce que el crecimiento de Valle de Tudcum no habría sido posible sin su respaldo. “Aramark me permitió desarrollarme. Más allá de las compras, lo más valioso fue la asistencia técnica, la formación y el acompañamiento permanente. Al principio me molestaban los controles y las auditorías, pero con el tiempo entendí que eran necesarios para mejorar. Lo que antes era una molestia, hoy lo veo como una inversión en calidad y conocimiento.”

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Gracias a ese proceso, Alfredo no solo mejoró sus productos, sino que también consolidó un equipo de trabajo que siente como una familia. “He generado empleo local, la gente que trabaja conmigo creció conmigo, hay confianza, compromiso y ganas de aprender. Nos capacitamos constantemente y eso hace la diferencia.”


Además, su emprendimiento tiene un fuerte compromiso con el entorno, los residuos orgánicos que se generan en Tudcum se entregan a vecinos que crían animales, cerrando así un ciclo de aprovechamiento sustentable y comunitario.


Aunque estudió Sociología y ejerció durante varios años, fue la pandemia lo que lo impulsó a enfocarse de lleno en Valle de Tudcum. La necesidad de reinventarse lo llevó a retomar su proyecto con más fuerza, y hoy se enorgullece de lo logrado.


“Yo no llegué solo, siempre me acuerdo de la gente que me enseñó, que me acompañó, mis padres, amigos, mis primeros trabajadores, y sobre todo mis viejos, que confiaron en mí y me dejaron hipotecar la casa para poder acceder al crédito que me cambió la vida.”

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El "Flaco" Diaz, sostiene que su proyecto es el claro ejemplo de cómo la articulación público-privada, el compromiso empresarial de Aramark, y la voluntad férrea de un joven iglesiano pudieron construir un camino de crecimiento real, en un pueblo donde las oportunidades alguna vez escasearon. Hoy, Valle de Tudcum es sinónimo de calidad, innovación y esperanza para muchos jóvenes de Iglesia que sueñan con quedarse en su tierra y hacerla crecer.

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