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(Editorial) Iglesia, ¿por qué seguimos siendo una comunidad desunida en plena era de la minería moderna?

  • Foto del escritor: Diario Libre
    Diario Libre
  • 21 ago
  • 3 Min. de lectura

Mientras otros departamentos avanzan en unidad y desarrollo, Iglesia se queda atrapada en peleas internas, errores estratégicos y una mentalidad arcaica que obstaculiza su crecimiento desaprovechando su potencial.

21 de Agosto 2025


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La historia de Iglesia en materia minera y de desarrollo humano es, sin dudas, una de las más frustrantes de San Juan. Tenemos todo lo que se necesita, recursos, experiencia, infraestructura básica, incluso operadores que supieron aprovechar la oportunidad en Veladero, esa verdadera escuela para muchos. Pero, curiosamente, esa misma experiencia parece habernos quedado en la infancia, en un nivel inicial del secundario, con varias materias adeudadas en terminos de minería y desarrollo económico sin aprender y sin entender absolutamente nada.


Sigo creyendo en el potencial de Iglesia, en sus riquezas y en su gente. Pero también soy consciente del daño que nos hace la desunión, la falta de organización y esa actitud perpetua de pelearnos por las migajas, en vez de mirar hacia una visión conjunta. Como bien dice Grau, “los iglesianos siempre desunidos, peleando por la chiquita, por lo personal, por la de ellos”. Esa mentalidad, alimentada por generaciones, se ha convertido en una barrera insalvable para avanzar en un contexto donde otras comunidades, como Calingasta y Jachal, lograron unir fuerzas, crear cámaras fuerte y consolidar su imagen de manera que las grandes industrias ya no nos miran como simples productores secundarios sino como socios estratégicos.


¿Y qué pasa en Iglesia? tenemos más de siete cámaras mineras en el mismo territorio. Una locura. ¿Por qué no hacer una sola, fuerte, unificada? La paz social, el diálogo y la organización podrían ser nuestra mejor carta de presentación, pero preferimos mantenernos en un ciclo de divisiones, disputas internas y lucha por cuotas de poder que, a la larga, solo nos dejan fuera del negocio y sin un rumbo claro.


El ejemplo de Calingasta y Jachal, que lograron consolidar su unidad y aprovechar la fuerza de sus cámaras, es un espejo en el que deberíamos mirarnos. En Calingasta, gracias a la unidad y a la cooperación en esa sola cámara, lograron tener una voz sólida y respetada. Aquí, en Iglesia, parece que nos cuesta incluso unirnos para que las propias empresas internacionales inviertan en nuestro territorio. La mayoría no busca asociarse ni crear alianzas, simplemente luchamos por estar en la puerta, peleando por un pedazo más grande en una partida que ya perdimos en la mesa. En sintesis, estamos a la espera como politico pidiendo el voto.


Me duele decirlo, pero en muchas ocasiones tenemos una mentalidad todavía de primaria, seguimos en ese primer año de secundaria, con varias materias de minería sin aprender. Se dice que Veladero fue una escuela para muchos, pero también sé que para otros fue solo una oportunidad perdida, porque no aprendieron nada de esa experiencia. La minería dejó recursos en Santo Juan y en Iglesia, sí, pero esos recursos no los sabemos ni usamos. La estructura, la organización, la estadística, el pensamiento estratégico siguen siendo inexistentes, no hay mapas claros, no hay un plan coordinado, solo una serie de esfuerzos aislados que no alcanzan para nada, y cuando aparecen ideas jovenes, propuestas reales por jovenes iglesianos, los dinosaurios las opacan, ya que para algunos, los jovenes representan una amenaza, ya que muchos crecimos con la mineria y aprendimos y entendemos que hay que hacer.


La realidad es que este departamento, con apenas 8.800 habitantes, está a punto de desaparecer en un caos de egos y personalismos que solo hacen que la minería pase de largo, como si fuera un recurso que no nos pertenece. La política local, en muchos casos, parece un espectáculo de rotación de personajes sin ideas, sin proyectos, sin un espíritu de avance genuino. La famosa “casta” de siempre. Y mientras tanto, las empresas multinacionales, que podrían ser nuestros socios, ya no nos toman en serio. A ellos no les interesa nuestra pelea, solo buscan la mayor rentabilidad posible.


Soy de los que creen firmemente que Iglesia puede salir adelante si dejamos de lado esa actitud de infantilismo y empezamos a mirar en serio. Hay que hacer autocrítica, reconocer los errores y cambiar de rumbo. Porque si no, en pocos años solo quedará la nostalgia y las promesas incumplidas. La oportunidad está, y si no nos unimos y aprovechamos ese potencial que todavía tenemos, en el futuro solo quedará la resignación y el arrepentimiento. Una vez más, veremos pasar el tren y diremos: “pudimos, pero no quisimos”.


La desunión es nuestro peor enemigo. Ya no somos unos niños que se conforman con un capricho, somos una comunidad que debería estar a la vanguardia de la minería moderna. Pero si seguimos en esta actitud, solo estaremos condenados a seguir siendo un territorio olvidado, por la propia desidia de nosotros mismos, por nuestro propio egoismo e ignorancia.


Diego Gabriel Varela

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