El paro docente de hoy ¿es un paro político?
- Diario Libre

- 14 oct
- 2 Min. de lectura
Bajo el argumento de reclamos salariales, los gremios docentes paralizaron nuevamente las clases en todo el país. Sin embargo, el trasfondo de la medida está lejos de ser estrictamente educativo: se trata de una acción claramente política, dirigida a presionar al Gobierno en medio de tensiones nacionales.

El paro docente de este martes dejó una vez más las aulas vacías y a miles de alumnos sin clases. Los sindicatos justifican la medida en la defensa de los salarios y las condiciones laborales, pero lo cierto es que el tono y el momento elegidos revelan una motivación mucho más política que gremial.
Lejos de buscar soluciones concretas, los principales gremios docentes se alinearon detrás de consignas partidarias y mensajes de abierta confrontación con el Gobierno nacional. Las demandas salariales parecen ser apenas la excusa de una estrategia de desgaste que se repite cada vez que la coyuntura política lo permite.
Desde el Ejecutivo calificaron la medida como “una maniobra política”, y no sin razón: los paros reiterados, las marchas coordinadas con otros sectores opositores y los discursos de sus dirigentes coinciden con un calendario que poco tiene que ver con el calendario escolar. El daño, como siempre, lo pagan los estudiantes y las familias, que ven interrumpido el derecho básico a la educación.
Mientras tanto, los docentes de base —aquellos que día a día sostienen la escuela pública con esfuerzo— quedan atrapados entre la necesidad genuina de un salario digno y la manipulación política de las cúpulas sindicales, que utilizan la protesta como herramienta de presión partidaria.
El reclamo docente es legítimo cuando busca mejorar la educación; deja de serlo cuando se transforma en un instrumento de lucha política. Hoy, el paro no representa a la escuela ni a sus alumnos, sino a una dirigencia gremial más interesada en confrontar que en construir.
En tiempos en que el país necesita acuerdos y compromiso, la educación vuelve a ser rehén de intereses ajenos al aula. Y eso, lamentablemente, no tiene nada de pedagógico.
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