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El Tren Solidario, un viaje de amor, nostalgia y esperanzas [FOTOS & VIDEOS]

  • Foto del escritor: Diario Libre
    Diario Libre
  • 3 mar
  • 4 Min. de lectura

Caucete vuelve a recibir un tren de pasajeros después de 55 años

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La mañana sanjuanina estaba tranquila, como si aguardara algo especial. De pronto, un sonido inconfundible rasgó el aire, un eco de tiempos pasados, el silbato de un tren. Pero no era cualquier tren. Era el Tren Solidario, que después de 55 años volvía a traer pasajeros a Caucete, con 25 Toneladas de ayuda, mercaderia, ropa y 23 bicicletas. Un instante histórico, un milagro ferroviario que hizo latir más fuerte los corazones de quienes nunca dejaron de soñar con ver un tren de nuevo en su tierra.

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Desde 1972, ningún tren de estas dimensiones había llegado a este rincón de San Juan. El último que lo hizo fue en 1977, días después del terremoto que sacudió la ciudad, llevando ayuda humanitaria y efectivos del Ejército. Pero esta vez, no se trataba de emergencia ni de tragedia. Era la esperanza hecha acero y vapor, deslizándose sobre rieles olvidados.


Este viaje no fue un simple recorrido. Fue un acto de amor. El Tren Solidario es una iniciativa que busca revivir el espíritu ferroviario en Argentina, llevando no solo ayuda material, sino también emociones, encuentros y recuerdos a los pueblos que alguna vez vibraron al compás del ferrocarril.

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A bordo, viajábamos en coches SOREFAME de origen portugués, fabricados en 1972, que parecían custodios de incontables historias. Maxi y yo teníamos expectativas, pero jamás imaginamos la magnitud de lo que viviríamos.


Desde el momento en que subimos en Haedo, supimos que este no sería un viaje común. Cada pasajero traía consigo una historia, una razón para estar allí. Algunos viajaban solos, otros en grupo, pero todos compartíamos el mismo anhelo, ser parte de algo más grande que nosotros mismos.


En el camino, las estaciones se transformaron en escenarios de emoción pura. Familias enteras salían a nuestro encuentro, con sonrisas que iluminaban la noche y manos agitadas en un saludo lleno de esperanza. Los niños corrían, como si quisieran atrapar un pedazo de su magia. Los adultos, con la mirada brillante, nos regalaban su alegría. Pero eran los abuelos los que nos partían el alma, con los ojos empañados, algunos sostenían con fuerza su celular, para dejar grabada en la menoria la esperanza de volver a ver antiguas de cuando los trenes eran parte de su vida cotidiana.

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Nosotros, desde las ventanillas, respondíamos cada gesto con la misma intensidad, sintiendo que, en cada kilómetro, dejábamos atrás un poco de nuestro corazón.


Llegamos a San Juan envueltos en la cálida noche sarmientina, donde el aire parecía cargado de memorias. En Cañada Honda, el recibimiento fue aún más conmovedor. Los vecinos se acercaban a nosotros con lágrimas en los ojos, recordando el tiempo en que los trenes formaban parte de su vida diaria.

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"Volver a ver un tren de pasajeros… Pensé que nunca más viviría esto " nos expreso un mujer mayor, con la voz quebrada por la emoción. Esta mujer habia trabajado junto a su esposo en la estacion de Cañada Honda y cuando se privatizo en 1993, perdieron su trabajo, "hace mas de 30 años que no vemos gente que llegue a esta tierra casi olvidada por Dios, antes con el tren de pasajeros, esto era turismo siempre".


Desde 1993, los ramales sanjuaninos han sido solo un recuerdo. Los rieles, antes llenos de vida, quedaron cubiertos por el polvo del olvido. Con el avance urbano y la falta de inversión, los trenes de pasajeros dejaron de recorrer estos valles, y con ellos, se fue una parte de la identidad de la provincia.

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Pero hay uno que sigue en pie. El Ramal San Martín resiste, aferrado a la esperanza de un futuro diferente. No se ha rendido. Y nosotros, en ese momento, tampoco lo hicimos.


El Tren Solidario no solo nos llevó a revivir la historia ferroviaria de San Juan. Nos regaló encuentros inolvidables y nos hizo sentir parte de una gran familia. Personas desconocidas se convirtieron en amigos en el trayecto. Nos preguntaban de dónde veníamos, y con orgullo hablábamos de Iglesia, nuestra tierra, contándoles sobre sus montañas, su gente y sus tradiciones.

Y en cada historia compartida, en cada mirada cargada de emoción, comprendimos algo, este no era un tren cualquiera. Era un tren de sueños, un tren de recuerdos, un tren de lucha por lo que nunca debimos perder.


Al final del recorrido, el nudo en la garganta era inevitable. No queríamos que el viaje terminara. Pero, en el fondo, sabíamos que no lo hacía. Porque los trenes no solo transportan pasajeros. Transportan historias, transportan almas, transportan el anhelo de un país que quiere volver a verlos correr por sus venas de hierro. Al llegar a Caucete, las emociones estan a Flor de piel, "ahora van a sentir que sentimos nosotros", nos dice la gente del Staff a bordo del Sorefame.

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Sacamos nuestra cabeza por la ventanilla, el viaje ha sido largo, quedan pocos metros, ojos empañados por la emoción, miradas felices, manos que nos regalan uva, sopaipillas y golosinas, somos bendecidos, que calidez humana!, nos es inevitable llorar... amor, humildad!. Nuestros corazones estallan, fin del recorrido, pero este viaje recien empieza. Nos abrazamos a los nuevos amigos, abrazos interminables, pero no es un hasta siempre... dijimos hasta pronto!.


Este fue el Tren Solidario, un tren de amor, de unión, de reencuentro. Un tren que nos recordó que la esperanza, al igual que los rieles, nunca desaparece… solo espera el momento de volver a brillar.


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