Tudcum, la belleza de un pueblo que se hunde en el olvido
- Diario Libre

- 27 sept
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Tudcum es, sin dudas, uno de los pueblos más hermosos que tiene el departamento Iglesia. Ubicado al pie de la majestuosa cordillera de los Andes, guarda en su esencia cultura, historia y tradiciones que forman parte del corazón iglesiano. Sin embargo, detrás de ese paisaje imponente y esa identidad que enorgullece, se esconde una realidad que duele, la de un pueblo desgastado, empobrecido y olvidado en el tiempo.
27 de septiembre de 2025

Paradójicamente, Tudcum fue el lugar donde Jorge Espejo obtuvo uno de los mayores caudales de votos que lo llevaron a convertirse en intendente. Y, sin embargo, hoy ese mismo pueblo parece haber sido relegado a un segundo plano, donde los problemas estructurales no encuentran soluciones. El Gobierno local, en una mirada reduccionista, parece haber considerado que con la construcción de una plaza se resolvían las deudas pendientes. Pero la vida real, la de todos los días, muestra que las necesidades más urgentes quedaron olvidadas, viviendas precarias, calles destruidas, servicios ausentes y familias que sobreviven en condiciones indignas.

La historia de Pablo, un grito de abandono
Diario Libre llegó hasta la casa de Pablo Ignacio Salinas, vecino de Tudcum, quien desde hace más de siete años vive en un rancho improvisado de madera y fenólicos. Entre las pocas cosas que posee se encuentran unas camas, una heladera y algunos enseres que pudo conseguir gracias a la solidaridad de otros. Cuenta con un medidor de luz que logra pagar haciendo changas, aunque sus posibilidades de trabajo quedaron seriamente limitadas tras un accidente en moto ocurrido hace dos años, que dejó secuelas en una de sus piernas.
Hasta hace poco recibía una pensión por discapacidad de $240.000, pero esa ayuda también le fue retirada. “Fui a hablar con Jorge Espejo cuando empezó su primer intendencia y me versió, me dijo que me iba a ayudar. Después volví y me corrió diciendo que yo era quilombero que no me iba a ayudar, así que me hice yo un bañito cacerito con ladrillos al aire libre que es una letrina”, relata Pablo con resignación.

Intentó construir su propia casa comprando adobes en Rodeo, pero desde la municipalidad le aseguraron que no contaban con vehículo para trasladarlos. “Perdí dos mil adobes porque no tenía en qué traerlos. Ellos me daban vueltas. ¿Qué más quisiera yo tener mi casita?”, dice con tristeza.
No es un caso aislado, es la realidad de todo un pueblo
Lo más grave es que Pablo no es el único. Su testimonio es apenas una muestra de una situación extendida que golpea a decenas de familias en Tudcum. Muchos vecinos viven en condiciones aún peores, sin baños dignos, con techos que se llueven, sin calefacción para enfrentar los duros inviernos cordilleranos y con trabajos informales que no alcanzan para sostener una vida mínima de dignidad.
Las promesas de campaña llegan una y otra vez, acompañadas de visitas fugaces y discursos que se repiten, pero cuando las urnas se cierran, la política parece dar la espalda. “Los políticos vienen acá cuando hay campaña o elecciones nomás, de lo contrario se olvidan de la gente, de los pobres”, sentencia Pablo. Una frase que no es solo suya, sino que se escucha de boca en boca en cada rincón de Tudcum.
Tudcum no debería ser sinónimo de abandono. No es un lugar de paso ni un adorno de postal, es un pueblo lleno de vida, de historia y de sueños que merecen atención, es el portal del Oro, el portal de la Mineria. La gestión pública no puede reducirse a obras cosméticas, mientras lo esencial, la vivienda, la salud, el bienestar de las familias, sigue postergado.
El caso de Pablo, y de tantos otros vecinos, es un espejo incómodo que refleja la distancia entre las promesas y la realidad. La política local tiene una deuda histórica con Tudcum, y cada día que pasa sin respuestas, ese abandono se convierte en una herida que crece.
Hoy, la belleza de la cordillera contrasta con la tristeza de un pueblo que se siente traicionado. Y esa contradicción no debería ser ignorada. Porque detrás de cada casa de adobe sin terminar, detrás de cada rancho improvisado, hay personas que todavía creen, o al menos sueñan, con que un día alguien cumpla lo que prometió.

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