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De alumno a docente en la UCC, el sueño del pibe que se hizo realidad

  • Foto del escritor: Diario Libre
    Diario Libre
  • 19 mar
  • 3 Min. de lectura

Francisco Paredes tiene solo 21 años, pero ya ha recorrido un camino que muchos sueñan. Desde su querido Rodeo, en el departamento Iglesia, hasta la Universidad Católica de Cuyo, cada paso que dio lo acercó a un destino inesperado, convertirse en docente en la misma institución que lo formó. Una historia es un reflejo de esfuerzo, superación y pasión por el conocimiento.

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Hijo de Eduardo Paredes y Romina Fonseca, Francisco creció en Rodeo rodeado del amor de su familia y con una gran curiosidad por la tecnología. Desde pequeño, observaba con fascinación cómo el mundo digital podía transformar la vida de las personas y, con el tiempo, descubrió que él también quería ser parte de esa revolución. Cuando llegó el momento de elegir una carrera, no dudó en inscribirse en la Tecnicatura Universitaria en Desarrollo de Software, un desafío que asumió con entusiasmo y determinación.


Los años en la universidad no fueron fáciles. Como todo estudiante, tuvo que enfrentarse a largas jornadas de estudio, exámenes exigentes y la constante presión de rendir bien. Pero Francisco siempre fue más allá. Desde el segundo año, decidió complementar sus estudios con la experiencia laboral y comenzó a trabajar de forma remota como programador front-end. Pronto, su talento y dedicación lo llevaron a asumir un rol más desafiante como full-stack developer, equilibrando el trabajo con el estudio y demostrando que la pasión puede superar cualquier obstáculo.


Cuando finalmente llegó el día de su graduación, Francisco sintió una mezcla de emociones. Rodeado de su familia y amigos, recordó cada sacrificio, cada noche de desvelo y cada momento de incertidumbre. Pero también recordó el apoyo incondicional de sus padres, quienes siempre confiaron en su capacidad. Su esfuerzo fue reconocido con la medalla y el diploma de honor por tener el mejor promedio de su promoción, un logro que no solo coronó su esfuerzo, sino que también le abrió nuevas puertas.


Una de esas puertas fue la más inesperada de todas. Hace tiempo, la Universidad Católica de Cuyo se puso en contacto con él para ofrecerle un puesto como docente. En un primer momento, la distancia entre Rodeo y la capital provincial fue un obstáculo que lo obligó a rechazar la oferta. Sin embargo, a principios de el mes de marzo la universidad le propuso una alternativa, dictar clases de forma remota, junto a otro profesor. Esta vez, la respuesta de Francisco fue un rotundo sí.


La oportunidad de enseñar significó mucho más que un nuevo desafío profesional. Para Francisco, fue la confirmación de que todo su esfuerzo había valido la pena, de que cada paso dado lo había llevado exactamente al lugar donde debía estar. Ahora, desde el otro lado del aula, tiene la posibilidad de transmitir su conocimiento y su experiencia a nuevos estudiantes que, como él alguna vez, sueñan con abrirse camino en el mundo de la tecnología.


La historia de Francisco es la prueba de que el destino recompensa a quienes trabajan con pasión y perseverancia. Hoy, a sus 21 años, no solo ha logrado consolidarse en el mundo de la programación, sino que también ha encontrado en la docencia una nueva vocación. Y aunque el camino sigue, hay algo que ya es seguro, su historia recién comienza, y aún quedan muchas páginas por escribir. Francisco, es uno de los tantos ejemplos que los jovenes de Iglesia, deben seguir. El sueño de cumplir sus propios objetivos.



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