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La verdad sobre "los Descubrimientos" de la UNSJ en Iglesia y Calingasta

  • Foto del escritor: Diario Libre
    Diario Libre
  • 22 abr
  • 3 Min. de lectura

La Universidad Nacional de San Juan intenta presentar como hallazgos propios lo que ya forma parte del acervo histórico y comunitario del pueblo iglesiano. En Los Quillay no hay ningún descubrimiento, hubo un comité bloquista, hubo luz eléctrica antes que en otros pueblos, y hubo historia viva. Lo que sí hay ahora es un intento académico de apropiación.

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Los investigadores de la Universidad Nacional de San Juan (UNSJ) promociona como “descubrimientos” en Iglesia y Calingasta, no es otra cosa que una operación profundamente basada, quizas, desde el desconocimiento. En un intento por dotar de espectacularidad a sus investigaciones, investigadores de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño han presentado públicamente hallazgos que ya estaban documentados, vividos y relatados por generaciones anteriores. Es una forma disfrazada de colonialismo intelectual, se niega la historia local, se ignora el saber de la comunidad, y se pretende imponer una narrativa desde el escritorio universitario.


El caso del paraje Los Quillay, al norte de Angualasto, es emblemático. Este sitio fue, durante buena parte del siglo XX, una zona agroganadera habitada, activa y organizada. No solo hubo vida allí, tambien hubo instituciones. En Los Quillay funcionó a mediados de siglo un comité bloquista, del que aún quedan rastros visibles como afiches y escritos con referencias al término “cantonista”, usado en los primeros años del Partido Bloquista. A eso se suma un sistema de energía eléctrica permanente, que lo convirtió en uno de los primeros parajes del departamento en contar con este servicio esencial. ¿Eso también lo descubrieron estos investigadores? ¿También ignoran que allí hubo organización política, desarrollo comunitario y vida moderna?


Pero el desprecio por la historia no termina allí. La zona incluso guarda una de las páginas más trágicas de la historia iglesiana, el asesinato de Fortunato Deguer en una pulpería del lugar, entre 1915 y 1920, durante un asalto perpetrado por un grupo de forajidos. ¿Pueden los investigadores de una institución seria como la UNSJ ignorar semejante cúmulo de datos, de memoria, de legado? ¿O el silencio es funcional para volver a contar la historia desde cero, bajo una firma académica?


Se equivocan al abordar estos espacios como si fueran tierra virgen. Se equivocan al usar el término “descubrimiento” para hablar de lo que ya fue caminado, vivido y narrado por generaciones. Se equivoca al negar el valor del relato oral, del testimonio popular, de los registros que existen desde hace décadas en archivos, notas, relatos comunitarios y hasta en publicaciones oficiales. Y sobre todo, se equivoca al insistir en una lógica de apropiación disfrazada de ciencia.


El caso de Arroyo Fiero, en Barreal, en Calingasta, es otro ejemplo indignante. Allí, lo que los investigadores presentan como un “bosque de chacay nunca antes visto”, formando parte de la Reserva Privada Los Morrillos, creada en 1995 por la Fundación Vida Silvestre con fondos del Banco Boston. Y mucho antes, en los años 70, ya el arqueólogo Mariano Gambier había documentado el sitio, identificando pinturas rupestres y estructuras agrícolas ancestrales vinculadas a la cultura aborigen Ansilta. Está todo registrado. Está todo dicho. Pero, nuevamente, los investigadores univeristarios eligen ignorarlo para inventar una novedad que no existe.


¿Quién le da a estos profesionales el derecho de borrar historias?, No hay ciencia sin contexto, ni conocimiento real sin respeto por la memoria. El relato institucional que hoy promueven estas investigaciones bajo el aval de la UNSJ, es una peligrosa reedición del colonialismo de antaño, llegar a un lugar, ignorar lo que ya existe, y ponerle otro nombre bajo el seudonimo de "descubrimiento" para reclamarlo como propio.


En lugar de tender puentes con las comunidades, escuchar sus voces, revisar los archivos existentes y reconocer el valor del saber popular, los investigadores de la UNSJ avanzan con aparente desinformación. A veces, quizas con ignorancia o a veces, quizás, con intención. En cualquiera de los casos, el daño está hecho, se borra la historia local, se degrada la identidad territorial y se desacredita la voz de quienes han vivido, trabajado y contado esos paisajes desde mucho antes que llegaran los portafolios universitarios.


En definitiva, no se descubrió nada. Solo se pisó un terreno que muchos otros conocen de memoria.

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